En 1912, el Titanic, el barco considerado “insumergible”, zarpó de Southampton, Inglaterra, en su viaje inaugural hacia Nueva York. Pero, tras solo cuatro días, chocó con un iceberg en el Atlántico Norte, lo que provocó el hundimiento en menos de tres horas.
Entre la tripulación, una banda de ocho músicos liderada por Wallace Hartley tocó sin descanso, incluso mientras la situación se volvía crítica. La música ofrecía un último consuelo a los pasajeros, que buscaban mantener la calma. Aunque aún se debate cuál fue la última melodía, Nearer, My God, to Thee es la versión más difundida, una pieza que, según se dice, Hartley había pedido que se tocara en su propio funeral. Este acto de valentía y devoción de los músicos simboliza una entrega conmovedora, dejando un legado de dignidad y humanidad en uno de los momentos más trágicos de la historia marítima.
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