Este ingenioso calendario constaba de 365 días y estaba íntimamente ligado a las inundaciones anuales del río Nilo, un fenómeno natural que desempeñaba un papel crucial en la agricultura y la vida cotidiana de esta civilización.
Las tres estaciones eran: Akhet, que se refería al periodo de inundaciones, durante el cual las aguas del Nilo fertilizaban las tierras agrícolas; Peret, la temporada de siembra, cuando los agricultores comenzaban a cultivar las tierras; y Shemu, destinada a la recolección de los bienes de la tierra, cuando se cosechaban los frutos del trabajo realizado.
Este sistema calendárico se desarrolló alrededor del III milenio a.C., momento en el que los egipcios comenzaron a medir los ciclos agrarios para prever y adaptarse a las inundaciones del Nilo. Su capacidad para anticipar estos ciclos no solo aseguraba la estabilidad alimentaria, sino que también fue esencial para el crecimiento de su economía y la prosperidad de la civilización. Este ingenioso enfoque del tiempo demuestra cómo la comprensión del entorno natural era fundamental para el avance de la cultura egipcia, dejándonos un legado que resuena hasta nuestros días.
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